-¡Nos vemos mañana Joe! –
Salí del establecimiento donde trabajaba. Ya llevaba 5 minutos de retraso, seguro, Jane me matará.
Estaba al frente de la cafetería donde mi mejor amiga me esperaba. Miré por un segundo el letrero y suspiré, me acerqué a la puerta, qiré el picaporte y entre.
Busque a Jane con la mirada y la encontré sentada en una esa para dos personas viendo repetitivamente sus celular.
-Ya no esperes más – la tomé del hombro –
-Michelle – mi rubia amiga se levantó y me abrazó – te extrañé muchísimo –
-Y yo a ti – sonreí –
-Cuéntame, ¿qué ha sido de tu vida? –
-Vamos por algo mientras te cuento –
Nos acercamos a la caja, detrás de ella había un chico, realmente bello, cabello dorado, ojos color miel, labios bien definidos y sonrisa perfecta.
-Hola, mi nombre es Justin – sonrió - ¿qué van a querer? –
-Yo quiero un café americano y ella…
-Un capuchino frío – sonreí, el chico me devolvió la sonrisa y se fue a preparar la orden –
-Entonces ¿qué vas a hacer con Michael y Micaela? – me preguntó Jane –
-No lo sé – fruncí el seño - ¿crees que puedas encargarte de ellos? –
-Negó con la cabeza – me encantaría cuidarlos y tu lo sabes Mich pero… tenemos una cena familiar – hizo una mueca. Reí –
-Tendré que buscar una niñera –
Nos entregaron el café y nos fuimos a sentar. Jane y yo platicamos mucho, algo me dijo sobre su novio, llevaban dos años y medio juntos. ¿Cómo aguantan? ¿No se cansan mutuamente? A veces no entiendo el amor es… ¿impredecible? Lo más que yo he durado con alguien son… quizá… dos o tres meses. No es que me hayan dejado si no que… no han sido lo suficiente para mí, sí, los quise pero… jamás me llenaron como yo lo quería. Quizá nunca estuve enamorada.
-debo irme – Jane se levantó - ¿cuánto te dejo para que pagues la cuenta? –
-Yo invito – sonreí –
-te debo una – me dio un beso en la mejilla – te amo, me encanto verte –
-a mí también – sonreí – vete con cuidado –
-¡mesero! –
-¿Sí? –
-¿me trae la cuenta? Por favor - sonreí –
-Claro – me devolvió la sonrisa – Son 15 dólares –
-busqué entre mi bolso – aquí tienes – se los di – muchas gracias –
-de nada – los tomó – vuelve pronto –
Salí de la cafetería. Llegué al departamento y me encontré con mis dos hermanos: Micaela de 14 años y Michael de.
-¡Pato! ¡Pato! –
-hola enano ¿qué pasa? – le alboroté el cabello –
-Micaela está loca – señaló la puerta de su habitación –
-reí – no es eso… solo que… es una adolescente – sonreí –
Michael se fue corriendo a su habitación, iba camino a la mía pero algo llamó mi atención en la habitación de Micaela.
-Mica – abrí la puerta y ella estaba… ¿saltando? - ¿qué haces? Baja de ahí
-No vas a saber lo que me paso en la escuela – dijo feliz –
-¿qué esperas para contarme? – me senté al pie de la cama –
-Brian – suspiró – me besó –
-Oh ¿cómo fue? – Rió – enserio, cuéntame –
-Estábamos en el receso, me pidió que comiera con él. Todo iba bien, reíamos mucho, aventábamos comida y de repente nos miramos a los ojos, se fue acercando a mí – suspiró – ¡y me beso!
-Hay Mica – sonreí – sólo ten cuidado – acaricié su mejilla –
-Claro que si Pato – sonrió – gracias –
-¿Por qué? –
-Desde que mis papas se fueron - una lagrima rodeo su mejilla - tu nos has cuidado, das la vida por nosotros, enserio eres la mejor hermana – me dio un beso –
-Lo hago porque los amo – me levanté – iré a hacer la cena ¿sí? – asintió –
-¡Michael! –
-se asomó por el marco de su puerta -¿qué pasó Pato? –
-¿Tarea? –
-Lista mi capitana – hizo un movimiento con las manos –
-más te vale – reímos – prepárate porque ya va a estar la cena –
-¡claro! – se metió –
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